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El poder de un pensamiento

La fiesta de Rosh Hashaná está llena de energía transformadora que año con año podemos reiniciar con nuevos propósitos y cambios en ellos, ya que hemos visto el efecto de las acciones que hemos llevado a cabo durante el año anterior, así como las promesas o palabras que hemos mencionado, pero ¿qué pasa con los pensamientos?. Te dejamos esta historia llena de reflexión sobre el poder del pensamiento.

Era la noche de Rosh Hashaná y la sinagoga del Baal Shem Tov en la ciudad de Mezibuz, estaba atiborrada de gente. Entre los presentes se encontraban los alumnos más allegados del Baal Shem Tov, que estaban en un nivel espiritual muy elevado; y junto con ellos había también simples campesinos del pueblo. Esa gente había llegado desde muy lejos para estar en compañía del gran Tzadik en este día tan especial.

El Baal Shem Tov se encontraba al frente, con los ojos cerrados, sumergido en profundos pensamientos. Su semblante era serio y meditativo, y generaba en todos los presentes un gran sentimiento de reverencia y temor por el Día del Juicio.

Cada uno oraba a su manera; algunos con mucho fervor, balanceándose constantemente; otros levantaban los brazos en súplicas a Hashem; y otros, simplemente se limitaban a leer apaciblemente del Majzor. Uno de los Jasidim más cercanos al gran Tzadik se hallaba sumido en sus plegarias; y sin embargo, cada tanto interrumpía para tomar de su bolsillo una cajita de tabaco, la olía y la volvía a guardar, para luego continuar con la misma concentración. 

Una de las veces, al tratar de guardar la cajita en su bolsillo, se le cayó inadvertidamente de las manos. Luego de un rato, cuando nuevamente quiso oler el tabaco, puso su mano en el bolsillo, pero resulta que estaba vacío. Entonces se reclinó para buscarla; y la halló cerca de su silla. La levantó, la olió y la volvió a guardar.

Este episodio pasó desapercibido por casi todos, con excepción de un campesino quien notó el extraño comportamiento de este gran Jasid, y pensó para sus adentros, «¿Cómo una persona tan sabia y estudiosa, puede en el día tan sagrado de Rosh Hashaná estar pendiente de los placeres mundanos, como lo es oler tabaco?»

En ese momento, el Baal Shem Tov tuvo una visión: un ángel acusador se acercó al Trono Celestial y argumentó: «Un Jasid tan grande, discípulo del Baal Shem Tov y tan apegado a él, ¿cómo puede dejar de lado las Tefilot tan importantes y prestar atención a una mera caja de tabaco? ¡Merece ser castigado!».

Observando la escena, el Baal Shem Tov, hizo todo el esfuerzo posible para defender al Jasid, pero fue en vano, el decreto había sido sellado y la única manera que tenía el Jasid de quedar a salvo del mismo era si la persona que había pensado mal, cambiaba de parecer y lo juzgaba para bien. El único problema era que el Baal Shem Tov no sabía quién era esa persona…

Unas semanas más tarde, en la noche de Hoshana Raba, se encontraban todos nuevamente reunidos en la sinagoga, ya que ese día se acostumbra permanecer despiertos toda la noche estudiando Torá hasta el amanecer. Entre los presentes estaba aquel hombre que había prejuzgado al Jasid. Este hombre, por  más que intentaba concentrarse en el estudio, le era imposible lograrlo, ya que constantemente afloraba en su mente la imagen  del Jasid en Rosh Hashaná oliendo el tabaco. 

«¿Mmmm.., por qué será que justamente ahora me viene a la memoria aquel episodio que casi había olvidado?», se preguntó el hombre.

Y con dolor reflexionó: «Seguramente ese Jasid tenía un motivo para oler el tabaco, tal vez para tomar fuerzas para alcanzar niveles espirituales más elevados; y yo lo juzgué para mal…»

Las lágrimas inundaron sus ojos y su corazón se llenó de sentimientos de culpa. Y así, en ese estado de turbación decidió presentarse ante el Baal Shem Tov y contarle lo sucedido para que lo ayudara a volver a Teshuvá.

Fue con mucha vergüenza que se acercó al gran Tzadik a contarle todo lo ocurrido. Y al Baal Shem Tov, al escucharlo, se le iluminó la cara con una sonrisa y le reveló la visión que había tenido unos días antes en Rosh Hashaná. El hombre se quedó duro, alarmado…

—¿Qué terrible fue lo que provoqué con mis pensamientos? —dijo el hombre perturbado— ¿Cómo puedo enmendar el daño que causé?».

—Con tu buen pensamiento ya has anulado el decreto negativo que pendía sobre aquel hombre —le respondió el Baal Shem Tov con voz calma y con regocijo por el feliz desenlace.

Así como nuestros sabios nos enseñan, pongamos como objetivo transformar nuestros pensamientos, puesto que son los motores para cambiar y crear buenos decretos este próximo año.

Extracto de Fantásticas historias sobre mis festividades editorial moaj

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